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Juan José Tamayo en Fragmenta, el 7 de abril del 2011 |
Lo dije en una entrevista para Religión Digital, y me
apetece ponerlo ahora por escrito: la virtud del último libro de Juan JoséTamayo (Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica) es precisamente
ser una obra de divulgación escrita no por un divulgador, sino por un teólogo
de primer nivel. Toda cultura precisa de textos de divulgación escritos por
divulgadores (alguien ha de escribir los libros de texto, los artículos de
enciclopedia, los libros con intención pedagógica, etc.), pero también tiene un enorme
interés la obra de divulgación escrita no por divulgadores profesionales, sino
por investigadores dispuestos a poner su pluma al servicio del gran público. A
este tipo de libros, algunos los llaman "de alta divulgación". No me
parece una mala etiqueta.
Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica
constituye, en este sentido, una obra de alta divulgación. Es un libro de más
de quinientas páginas en las que desfilan un total de cincuenta intelectuales
del siglo XX y XXI, a razón, pues, de unas diez páginas de media por autor.
Diez páginas sobre Bloch, Zambrano, Rahner, Arend, Bonhoeffer, Beauvoir, Weil, Aranguren,
Camus, Panikkar, Saramango, Küng, Casaldàliga, Ellacuría... dan para lo que
dan. Son gigantes intelectuales sobre los que cabe escribir monografías y tesis
doctorales. Pero diez páginas es más, mucho más, que un artículo de
enciclopedia. Diez páginas permiten situar bien a un autor, resumir su
trayectoria, caracterizar su pensamiento, dialogar con su obra, invitar a su
lectura... Si esas diez páginas las escribe, insisto, no un divulgador sino un
investigador, esas diez páginas pueden ser una auténtica fiesta del espíritu.
Y, en el caso que nos ocupa, lo son. Por varios motivos.
En primer lugar, porque Tamayo no trabaja con resúmenes de
segunda mano, sino que tiene un conocimiento directo de las obras de los
autores que glosa. Pensemos por ejemplo en el primer autor del libro, Ernst
Bloch: ¡Tamayo le dedicó su tesis doctoral en filosofía! Buen comienzo, desde
luego. Obviamente, Tamayo no ha dedicado una tesis a cada una de las cincuenta
figuras, pero a todas las ha leído en extensión y en profundidad.
Además, Tamayo ha mantenido una relación personal con
algunos de los autores biografiados en el libro, y eso da al perfil que traza de
esas figuras un interés añadido. Por ejemplo, resulta impagable el diálogo con
Saramago que el autor transcribe en las páginas 192-193 del libro. El escritor (abiertamente
ateo) y el teólogo (abiertamente cristiano) pasean por las calles de Sevilla
mientras repican alocadamente las campanas de la catedral, ayer mezquita.
Tamayo le recuerda al escritor su definición de Dios: «Dios es el silencio del
universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio.» Saramago
reconoce esa antigua formulación suya, y la reivindica. Acto seguido, el
teólogo apostilla: «Esa definición está más cerca de un místico que de un ateo.»
Tamayo hace constar a continuación: «Mi observación lo impresionó […] y le dio
que pensar, sin por ello dejarse embaucar por mi ocurrencia.» Saramago era muy
Saramago, desde luego.
Hay otros ateos en el libro. A algunos, como a Simone de
Beauvoir, el autor no los trató personalmente. A otros, como a Francisco
Fernández Buey, sí. De hecho, el texto dedicado a Fernández Buey es uno de los
más emotivos del libro. Me gusta evocarlo porque Paco Fernández Buey fue
profesor mío en la Facultat d’Humanitats de la Universitat Pompeu Fabra, y
recuerdo con gran afecto sus clases sobre ética y filosofía política. Escribió
un breve texto sobre Marx en la versión catalana del libro Los maestros de la sospecha. A Tamayo y Fernández Buey les unían muchas cosas, no solo el lugar de
nacimiento, y el texto que el primero dedica al segundo es un homenaje
emocionado a un amigo «con quien tanto quería», para decirlo al modo de Miguel
Hernández.
No puedo hacer la glosa de cada uno de los cincuenta
perfiles escritos por Tamayo. Pero sí quiero invitar a su lectura. Hay libros
que tienen sentido en sí mismos, que de alguna forma se encierran en sí mismos,
y libros que constituyen puentes y caminos de acceso a otros libros. Cincuenta
intelectuales para una conciencia crítica es del segundo tipo. Es un libro que
acompaña en el descubrimiento de otros libros y autores. Un libro que invita a
la lectura de otros libros, a la
indagación y al descubrimiento, a la curiosidad intelectual y a la búsqueda
insaciable. Un libro que nos ofrece cincuenta voces singulares para construir
un espacio abierto al pensamiento crítico en el sentido más noble del término.
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